A los diez años mientras transcurría la escuela primaria en Santiago de Cuba, su pueblo natal, José solía escabullirse para compartir su tiempo con dos artistas que vivían muy cerca y donde con admiración y fascinación observaba los trazos y pinceladas, fue entonces a esa temprana edad que comprendió claramente que tenía la necesidad de expresarse a través de la pintura.
“Era un contexto duro en donde la sociedad no aceptaba que un niño se exprese a través del arte, no se podían mostrar sentimientos”, cuenta Ochoa y agrega, “lo calificaban y era estigmatizado de blandito”. Así fue que para poder expresarse tenía que usar la imaginación y fabricar sus propias herramientas y lienzos. “Mi primer pincel lo hice con un palito y los pelos de una muñeca vieja”, recuerda el artista.
Cuenta, que fue a su llegada a Suiza en el año 1999, casi con timidez le reveló a quien era su esposa en ese momento, que le gustaba pintar y fue ella que al ver sus obras lo alentó a emprender su vocación. Así se sorprendió que al abrir sus cuadros a la mirada de todos causó gran impacto y hasta le compraron una obra.
Hoy José Ochoa trabaja en su estudio, que armó en un antiguo establo de caballos donde cuenta haber encontrado el lugar necesario que le da la fuerza y serenidad para desarrollar toda su creatividad. “Cuando pinto lo hago desde mi interior, es como un bálsamo para mi”, declaró Ochoa y agrega, “Mis pinturas cuentan historias es algo mágico, los colores me conectan con mi espiritualidad y me emociona, eso es lo que me lleva a pintar”.
La exposición se realizará en Lilienberg, del 31 de agosto al 20 de octubre del 2021.
Blauortstrasse 10, 8272 Ermatingen